domingo, 28 de diciembre de 2008

Un apólogo



Erase una vez una aguja que le dijo a una bobina de hilo:
- ¿Por qué anda usted con esos aires, tan orgullosa de sí, tan enrollada, para fingir que vale alguna cosa en este mundo?
- Déjeme, señora.
- ¿Que la deje? ¿Que la deje por qué? ¿Porque le digo que está con unos aires insoportables?
Lo repito y lo diré cada vez que me venga a la cabeza.
- ¿Qué cabeza, señora? La señora no es alfiler; es aguja. La aguja no tiene cabeza. ¿Qué le importan mis aires? Cada cual tiene los aires que Dios le dió. Ocúpese de su vida y deje la de los otros.
- Pero usted es orgullosa.
- Es verdad que lo soy.
- Pero, ¿por qué?
- ¡Esa es buena! Porque coso. Entonces, los vestidos y atavíos de nuestra ama, ¿quién los cose sino yo?
- ¿Usted? Esa es todavía mejor. ¿Usted ignora que quien los cose soy yo, y sobre todo yo?
- Usted perfora el paño, nada más, yo soy la que cose, uno un retazo al otro, doy forma a los volados.
- Sí, ¿pero eso de qué vale? Yo soy la que agujerea el paño, voy adelante, tirando de usted, que viene atrás, obedeciendo a lo que yo hago y ordeno...
- También los batidores van delante del emperador.
- ¿Usted es emperador?
- No digo eso. Pero la verdad es que usted cumple un papel subalterno, yendo adelante, ya sólo mostrando el camino, ya haciendo un trabajo oscuro e ínfimo. Yo soy quien prende, liga, junta.
Estaban en eso cuando llegó la costurera a la casa de la baronesa. No sé si dije que esto sucedía en casa de una baronesa, que tenía a la modista al alcance de su mano, para no andar detrás de ella. Llegó la costurera, tomó el paño, tomó la aguja, tomó el hilo, lo enhebró en la aguja y comenzó a coser. Una y otra iban andando orgullosas, paño adelante, que era la mejor de las sedas, entre los dedos de la costurera, ágiles como los galgos de Diana, para dar a esto un color poético.





Y decía la aguja:
- Entonces, señora bobina, todavía insiste en lo que decía hace un momento? No repara en que esta distinguida costurera sólo se interesa en mí, yo soy la que va aquí entre los dedos de ella, pegadita a ellos, perforando arriba y abajo.
La bobina no respondía nada, iba andando. Agujero abierto por la aguja era luego llenado por el hilo de ella, silenciosa y activa como quién sabe lo que hace y no está para oir palabras locas. La aguja, viendo que ella no respondía, también se calló, y fue andando. Y era todo silencio en la salita de costura, no se oía más que el plic-plic plic-plic de la aguja en el paño. A la caída del sol, la costurera dobló la costura hasta el día siguiente, continuó todavía en esto y aquéllo, hasta que acabó su trabajo en el cuarto y se quedó esperando el baile.
Vino la noche del baile, la baronesa se vistió. La costurera llevaba la aguja clavada en la blusa para dar alguna puntada final.




Y cuando componía el vestido de la bella dama, y tiraba de un lado u otro, acomodaba aquí o allá, alisando, abotonando, abrochando, la bobina de hilo, para mofarse de la aguja, le preguntó:
- Y ahora, dígame: ¿quién es la que va al baile, en el cuerpo de la baronesa, formando parte de su vestido y de su elegancia? ¿Quién es la que va a bailar con ministros y diplomáticos, mientras usted vuelve a la cajita de la costurera, antes de ir al cesto de las mucamas?
Vamos, dígame.
Parece que la aguja no dijo nada; pero un alfiler de cabeza grande y no menor experiencia, murmuró a la pobre aguja:
- Anda, aprende, tonta. Te cansas de abrirle camino a ella y es ella quien va a gozar de la vida, mientras tú te quedas ahí, en la cajita de costura. Haz como yo, que no le abro camino a nadie. Donde me clavan, me quedo.
Conté esta historia a un profesor de melancolía, que me dijo, sacudiendo la cabeza:
- ¡También yo he servido de aguja a mucha bobina ordinaria!



Joaquim María Machado de Assis, Río de Janeiro, (1839-1908)



(Este relato fué publicado por primera vez en la Gazeta de Noticias de Río de Janeiro, el 1º de marzo de 1885, bajo el título de "A agulha e a linha" (La aguja y el hilo) y luego, con el título de Um apólogo, fué incluido por Machado en su libro de cuentos "Várias histórias", aparecido en 1896 (N.del T.) Traducción: Guillermo Saavedra.