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martes, 20 de noviembre de 2012

Rimbaud

















Diré algún día su origen...
("Vocales")


Cada vocal tiene su color. 

Este increíble poeta nacido en Charleville (Francia) en 1854, que influyó a todos los poetas, pintores,  músicos y cineastas que alguna vez existieron, desde André Breton y Henry Miller hasta Patti Smith y Pier Paolo Pasolini, escribió toda su maravillosa obra en cinco años.

A los veinte años se llamó a silencio y murió en París a la edad de 37.
Después de haber sido atacado por el síndrome de Bartleby (diria Vila-Matas), dedicó el resto de su vida a recorrer Europa y terminó en el Africa (Etiopía), como traficante de armas.

Su poema "El barco ebrio", inspiró a Ridley Scott para el famoso monólogo de Roy Batty en la escena final de Blade Runner:



"Yo conozco los cielos que estallan en relámpagos, y las trombas
y las resacas, y las corrientes; conozco el atardecer,
el alba exaltada igual que una multidud de palomas,
¡y he visto algunas veces lo que el hombre creyó ver!..."


 

Hoy recuerdo uno de sus más bellos poemas:
 

Alba

Yo he abrazado el alba del estío.

Aún nada se movía en el frente de los palacios. El agua estaba muerta. Los campos de sombras no abandonaban la ruta del bosque. Caminé despertando los alientos vivos y tibios, y las pedrerías miraron, y las alas se levantaron sin ruido.

La primera aventura fue en el sendero ya lleno de frescos y pálidos resplandores, una flor que me dijo su nombre.

Reí a la cascada rubia que se desmelenaba a través de los pinos: en la cima plateada reconocí a la diosa.

Entonces levanté uno a uno los velos. En la avenida, agitando los brazos. Por la llanura, donde la denuncié al gallo. En la gran ciudad ella huía entre campanarios y cúpulas,  corriendo como un mendigo sobre los muelles de mármol, yo la alcanzaba.

En lo alto del camino, junto a un bosque de laureles, la he rodeado con sus velos encimados y he sentido un poco su inmenso cuerpo. El alba y el niño cayeron al pie del bosque,

Al despertar era mediodía.


Jean Arthur Rimbaud (“Iluminaciones”)


miércoles, 6 de agosto de 2008

Nocturno



La ciudad se diluye en sombras y la noche embriagadora titila de impaciencia. La espera es una larga luz que me ha seguido toda la vida. Hasta la orilla del sueño cerrado. Sólo escucho su llamado débil. Sin embargo hemos conseguido caminar, vacilantes. Seremos mendigos en el alba de las risas. Siempre seremos mendigos, de una manera u otra. La noche intenta sobrevivir, en callejones, cortadas, fantasmas de tiempos perdidos, como la infancia lindera. Tan bella vecina de todos nuestros días.





En la foto, Bajtín, Rolando, Virgilio y Berguita.




Foto: Luthien