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sábado, 28 de junio de 2014

Dos sueños...




















uno. Con el rumor de los ojos de las muñecas movidos por el viento tan fuerte que los hacia abrirse y cerrarse un poco. Yo estaba en el pequeño jardín triangular y tomaba el té con mis muñecas y con la muerte. ¿Y quién es esa dama vestida de azul de cara azul y nariz azul y labios azules y dientes azules y uñas azules y senos azules con pezones dorados? Es mi maestra de canto. ¿Y quién es esa dama de terciopelos rojos que tiene cara de pié y emite partículas de sonidos y apoya sus dedos sobre rectángulos de nácar blancos que descienden y se oyen sonidos, los mismos sonidos?
Es mi profesora de piano y estoy segura de que debajo de sus terciopelos rojos no tiene nada, está desnuda con su cara de pié y así ha de pasear los domingos en un gran triciclo rojo con asiento de terciopelo rojo apretando el asiento con las piernas cada vez más apretadas como pinzas hasta que el triciclo se le introduce adentro y nunca más se lo vé.



dos. Yo soñaba que había entrado en el cuerpo de un cerdo, del cual no me resultaba fácil salir, y que revolcaba mis pelos en los pantanos más fangosos. ¿Era ésta una especie de recompensa?. ¡Objetivo de mis deseos, no pertenecía más a la humanidad! En lo que a mí respecta, comprendí de esa manera la interpretación, esto me generaba una alegría mucho más profunda. Sin embargo, buscaba activamente qué acto de virtud había cumplido para merecer de parte de la Providencia, este insigne favor. Ahora que repaso esto en mi memoria, las diversas fases de ese aplastamiento espantoso contra el vientre del granito, durante el cual la marea, sin que yo lo percibiera, pasaba dos veces sobre aquélla mezcla irreductible de materia muerta y de carne viva, quizás no sea inútil proclamar que esa degradación no era, probablemente, mas que un castigo impuesto sobre mí por la justicia divina. Pero ¿quién conoce sus necesidades íntimas o la causa de sus pestilentes alegrías? La metamorfosis no pareció jamás a mis ojos más que la elevada y gigantesca repercusión de una felicidad perfecta, que yo esperaba desde hacía tiempo. ¡Finalmente, había llegado el día en que me había convertido en un cerdo! Probaba mis dientes sobre la corteza de los árboles, a mi hocico lo contemplaba con delicia...
Cuando yo quería matar, mataba; eso mismo me pasaba seguido, y nada me lo impedía. Las leyes humanas me perseguían aún con su venganza, por más que yo no atacaba a la raza que había abandonado tan tranquilamente, pero mi conciencia no me reclamaba nada. Durante el día, yo me batía con mis nuevos semejantes y el suelo quedaba sembrado de numerosas capas de sangre coagulada. Era el más fuerte, y me llevaba todas las victorias...
Los animales terrestres se alejaban de mí, y me quedé solo con mi resplandeciente grandeza. ¿Cuál no sería mi asombro cuando, después de haber atravesado un río nadando para alejarme de las tierras que mi rabia había despoblado, y ganar otras campiñas en las cuales sembrar mis costumbres de muerte y carnicería, intenté caminar por esa ribera florida? Mis pies estaban paralizados, ningún movimiento venía a traicionar la verdad de aquélla inmovilidad forzosa. En medio de esfuerzos sobrenaturales para continuar mi camino, comencé a despertarme, y sentí que volvía a ser hombre...


1. Alejandra Pizarnik "Tragedia"
2. Conde de Lautréamont "Los cantos de Maldoror"

Fotografía "sin título" de limbos y gormullos.


miércoles, 21 de mayo de 2014

Cuatro sueños...





















uno. Atravesamos la calle y pasamos por delante de la estación marítima. Yo voy hasta el final del muelle, dijo mi Invitado, ¿quiere usted acompañarme? Claro, le dije, voy con usted. Al lado de las puertas de la estación había un mendigo, un viejecillo con un acordeón en bandolera. Cuando nos vio, extendió la mano y recitó una letanía incomprensible. Una limosna, por el amor de Dios, murmuró al final . Mi invitado se detuvo y se metió una mano en el bolsillo, cogió la cartera y sacó un billete antiguo. No tengo más dinero que el de mi época, dijo con aspecto afligido, tal vez pueda usted ayudarme. Busqué en mis bolsillos y saqué un billete de cien escudos. Es lo último que tengo, dije, me he quedado sin blanca, pero es un billete bonito, ¿no cree?
Contempló el billete y sonrió. Con el billete en la mano se dirigió al Tocador de Acordeón y le preguntó: ¿Sabe usted tocar canciones antiguas? Me sé Lisboa antiga, dijo el Tocador de Acordeón con mirada codiciosa, me sé casi todos los fados. Más antiguas aún, dijo mi Invitado, de los años treinta, tendría que recordarlas, el señor ya no es tan jovencito. Puede que las conozca, respondió el Tocador de Acordeón, si el señor me dice lo que le gustaría oír. Por ejemplo Sâo tâo lindos teus olhos, dijo mi Invitado. Claro que me la sé, dijo el Tocador de Acordeón radiante, la conozco perfectamente. Mi Invitado le dió los cien escudos y dijo: Entonces véngase detrás de nosotros, a unos metros de distancia, y tóquela pero bajito, que tenemos que conversar, Adoptó un aire confidencial y me dijo al oído: Una vez bailé esta melodía con mi enamorada, pero nadie lo sabe.¿Sabía usted bailar?, exclamé, nunca me lo hubiera imaginado. Era un bailarín excepcional, dijo, había aprendido por mi cuenta con un librito que se llamaba El Bailarín Moderno, siempre me gustaron los libritos como ése, que enseñaban a hacer cosas, me entrenaba por la noche, cuando volvía a la oficina, bailaba solo y escribía poemas y cartas a mi enamorada. La amaba usted mucho, observé. Era el tren de cuerda de mi corazón, respondió él. Se detuvo y me obligó a parar a mi también. También se detuvo el Tocador de Acordeón, pero siguió tocando. Mire la luna, dijo mi Invitado, es la misma que yo observaba con mi enamorada cuando íbamos a pasear por el Poço do Bispo, ¿no es extraño?
        
Habíamos llegado al final de muelle. Bueno, me dijo, en este banco nos hemos encontrado y en este banco nos vamos a despedir, debe de estar usted cansado, puede decirle al hombrecillo que se vaya. Se sentó y yo fui a decirle al Tocador de Acordeón que ya no nos hacía falta su música. El viejecillo me dio las buenas noches y yo me di la vuelta y sólo entonces me di cuenta de que mi Invitado había desaparecido.



dos. Entro en una sala de proyecciones, ya sin luz. Abajo, en la platea, entreveo unas esferas grandes, arrimadas las unas a las otras. Después de un rato, cuando la vista se acostumbra a la oscuridad, comprendo: son las cabezas de los espectadores. Una media docena, que llena la salita. En la pantalla mientras tanto se desarrollan dramas dolorosos: despedidas de condenados que suben al cadalso, etcétera. Los espectadores ríen admirativamente, prorrumpen en felicitaciones y en elogios.

Me digo "Son los dioses" y compruebo que la mente de uno de ellos, a quien los demás felicitan, proyecta la película. Intuyo que esa proyección es nuestra vida, la vida humana. La intuición se confirma cuando veo en la pantalla mi reciente y cautelosa irrupción en la sala de proyecciones. Creo entender entonces por qué era tonta la perplejidad ante el hecho de que un Dios omnipotente consienta el dolor. No somos reales. Somos el entretenimiento de un dios.



tres. Un anciano ve un muerto sobre el que cae la claridad de la luna. Reúne gran número de animales y les dice:
¿Cuál de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar el muerto o la luna a la otra orilla del río?
Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con el muerto y se ahoga.

Por eso la luna muerta reaparece todos los días, y el hombre que muere no vuelve nunca.



cuatro. Cogí el taxi. Lo conducía una mezcla de Robert Mitchum y Sean Connery. Un duro, en definitiva. A la mente me vino una frase que había leído en algún sitio, porque YO LEO mucho. No hay nada que me incite más a la lectura que ver a alguien leyendo en autobuses, salas de espera o en la BARRA de alguna cafetería. Esta frase la leí a espaldas de alguien en una barra: "La fortuna acompaña a los audaces". YO estaba sola, soy AUDAZ y un poco de fortuna no me vendría mal. Además la extraña escena conyugal a la que acababa de asistir me había excitado. Todo lo que me desconcierta me estimula. En aquel momento podía hacer cualquier cosa MENOS irme a casa; la casa sólo sirve para DORMIR, REFLEXIONAR O DUCHARSE, y YO ya me había duchado y reflexionado bastante aquélla noche.

-¿Adónde vamos? - me preguntó el taxista con la seguridad que da a ciertas personas estar ejerciendo una profesión durante varios días.
-No lo sé.
Llevaba puesta la radio. Empezó a llover de nuevo.
-Vaya, otra vez esta maldita lluvia -se quejó con indiferencia.
En la radio las WEATHER GIRLS cantaban "It's raining men, Aleluya!"
-Si -asentí YO- "están lloviendo hombres.
-¿Qué dice? -(este hombre me habla como si fuera una chica a la que acaban de hacerle una lobotomía).
-La canción de la radio. Se llama "Están lloviendo hombres". ¿No sabe inglés? - le dije
-Esta noche todavía no.
Era un duro, ya lo he dicho.
-¿Quiere ir a algún sitio o simplemente necesita comprobar que no es muda?
No sé que hacía este MUCHACHO conduciendo un taxi, debería llamarse por lo menos Dashiell Hammett. ¡Qué modo de dialogar! Estaba encantada, pero no quería demostrarlo.
-Lléveme a cualquier sitio por el camino más largo.
-¿Por dónde cae eso?
-Usted debería saberlo. Es un profesional, ¿no?
-Se equivoca. Esto del taxi lo hago por puro esnobismo.
-Tengo dinero
-¿Cuánto?
-Cinco mil pesetas
Se las mostré
-Con esa pasta puede ir a varios sitios.
-Pues lléveme a todos.

Odio que me sorprendan pero a veces lo imprevisto le ayuda a una a ENCONTRARSE A SI MISMA. Dentro de cuatro horas tengo que trabajar. Mi próxima fotonovela se llama "Muslos de fuego". Es la historia de una bruja que hace muchos siglos castigaba a los hombres que no querían acostarse con ella con maldiciones tremendas. Acabó en la hoguera, naturalmente. Pero eso son cosas que hoy día no ocurren, cuando una MUJER sabe lo que quiere sólo necesita  tener la HABILIDAD de conseguirlo. No hay nada como una mujer VIBRANDO por todos sus POROS de deseo. No hay fuerza humana que se le resista, porque el HOMBRE necesita estar seguro de que provoca en la mujer algo más que BOSTEZOS. Ciertos hombres se fingen maleducados pero en realidad esconden un CORAZON de oro.
YO podría haber continuado hablando INTELIGENTEMENTE durante horas, pero él me cortó con tres escuetas palabras:

-Ya hemos llegado.







1. Antonio Tabucchi "Réquiem".
2. Adolfo Bioy Casares "Descanso de caminantes - Diarios íntimos".
3. Enrique Vila-Matas "Historia abreviada de la literatura portátil".
4. Pedro Almodóvar "Patty Diphusa"
    
Fotografía "ellos" de limbos y gormullos


miércoles, 23 de octubre de 2013

Notas desde el corazón





Cargar un espejo
tiene más incomodidades que ventajas:
la gente se hiere con él
y él
no nos devuelve más que el paisaje
No nos devuelve lo que no retuvo:
el viento en las copas
el ladrar de los perros
la conversación en el comedor
ruidos
sin los cuales
no habría tardes ni mañanas


.



De "En el vértigo del día"
José Ribamar Ferreira Gullar.
Fotografía "Casa Milá" de Limbos y Gormullos.
El tema "Innocence" de Keith Jarret, por Ulf Wakenius, de su disco "Notes from the heart". 

lunes, 7 de octubre de 2013

Traducirse





                                                      
Una parte de mí
es todo el mundo;
otra parte es nadie;
fondo sin fondo.

Una pare de mí
es multitud;
otra parte exrañeza
y soledad.

Una parte de mí
pesa, pondera;
otra parte
delira.

Una parte de mí
almuerza y cena;
otra parte
se espanta.

Una parte de mí
es permanente;
otra parte
se sabe de repente.

Una parte de mí
es sólo vértigo;
otra parte;
lenguaje.

Traducir una parte
en otra parte
-que es una cuestión
de vida y muerte-

¿será arte?





Poema "Traduzir-se" de José Ribamar Ferreira Gullar.
Fotografía "Calle" de Limbos.
La música pertenece a Raimundo Fagner, Quarteto Iguaçu e Orquestra de Tunas, show en el Teatro Guaira, 18-12-2012.

sábado, 2 de marzo de 2013

Sin nacer demasiado de cosas que no se han ido



















Hidden history - Eric Vloeimans 



Un poema debe ser igual a:
No es cierto.

Archibald Macleish “Ars Poética”



Llamas / última estación
una cima que el sol no ve
agita el brillo y quema todo

y mis oídos no pueden escucharte
sólo este martilleo

de mercurio sucio 
unos párpados
vuelven a cerrar la puerta
de un jardín hecho de gestos familiares
infantil teatro de papel plegado al que solo
le falta un poco de saliva…

pero la sed es insoportable
veo unas criaturas de colores bailando en los bordes
pero el sol no les presta ninguna atención
y las quema


habla una lengua
que no entiendo
como un desertor

sin permiso
para salirme de todo

también él (como yo)
necesita la noche
para ver las llamas.



La fotografia pertenece a limbos y gormullos
El poema es de Luthien.