martes, 27 de abril de 2010

Cielo final













Vuelvo a verla. Tiene la palidez del abandono y todos los gestos de mi tristeza. Cruel y no vana como todas mis máscaras y brilla, en el momento de hacer todo el tiempo lo que nunca había imaginado: llorar una lluvia que va a perderse en la lluvia y que nadie oye ni vé.
Vuelvo a verla. Ella inclina la frente para mirarme. Hiede a delirio alzada su cuerpo es una alfombra voladora. Insondable claridad que atraviesa la claridad. Yo debería (pienso deshecho) haber atravesado la pared de esta habitación a patadas, haber escapado con una maravillosa explosión de yeso y restos de filosofia, vano y cruel.
Vuelvo a verla. Preguntando alegremente por mí, vestida -de qué manera- a expensas de mi locura. Rascándose con mis uñas convertidas en sueños, como si no supiera otra cosa de mí mismo.
Y vuelvo a verla. Es una sombra que arde tibia, floreciendo como nenúfares sobre los pliegues de mi alma, empecinada contra mis últimos intentos de metáfora.