Cada una de las letras que componen tu nombre, ¡oh
Belleza!, en el cuadro de honor de los suplicios, desposa la llana simplicidad
del sol, se inscribe en la frase gigante que cierra el cielo, y se asocia al
hombre encarnizado en engañar a su destino con su contrario indomable: la
esperanza.
René Char (La
rosa de roble).