viernes, 1 de abril de 2016

Crema de noche





















La luna,
la estrella errante...
Mira a otra parte.


Allen Ginsberg




Son guindas chicas - pensé al girar la cabeza-  parecidas a una miríada de soles extinguiéndose, sin demasiada bambolla.

Un segundo y volví a mirar en dirección del río; ahora parecían rositas descoloridas, amarillentas en el centro.

Aparecían en los huecos de los edificios dejados atrás en nuestra marcha.

Volví la mirada hacia adelante sin prestar atención a la lluvia.

La lluvia animaba el zig zag del limpiaparabrisas al ritmo de un zumbido y un silencio de estropajo.

Avanzábamos aislados del ruido del mundo y recordé el sueño de la noche anterior.

La lluvia tocaba un blues en las ventanas, como si toda el agua de la eternidad se concentrarse contra los cristales y desagotara de aquélla manera, impidiéndome distinguir que en la oscuridad estaba mi madre con dos lagrimones así en los ojos.


Al despertar, en el vertiginoso avance contra los edificios los huecos dejaban ver un borde rojo con el centro apenas amarillo y las flores flotaban en el río al que volví a mirar un segundo, mientras el zumbido se apagaba, lejano, con unos ojos aglomerados como soles.

Afuera era de noche y estaba lleno de tigres.