sábado, 23 de mayo de 2015

Nocturno





















El humo azul, azul,
entre mis dedos,
inscribiendo en el aire
su delirio
y mal llovido
a espesos lagrimones,
ese arrítmico trote
desvalido,
enlutando los sueños,
los balcones,
mientras ya en el recuerdo
el tiempo muerto,
aquí voraz insecto,
noche en celo,
latido de persiana
o ritmo grillo,
es también clara senda que bordea
bajo pinos
la tarde y la ladera,
para luego perderse
entre azoteas
o en la turbia corriente
de estas venas,
de gustos recatados y viajeros,
que riega caracoles donde suena
la muerta voz sepulta en la madera
o el rumor interior
de la penumbra
que sustentan mis huesos,
junto al humo
y a cuanto no comprendo
y me circunda:
débil hoja dormida que despierta
y suspira, se queja, se da vuelta,
balbuceo de cielo en desamparo...
ni mis pálidas uñas ¡tan siquiera!;
mientras vuelvo a tu encuentro
azar, memoria,
en busca de callejas marineras
que en plena resolana de naranjas
bajaban, con sus redes a una playa,
en los labios ya un gusto a madrugada
-¿qué recuerdo se asoma a esa ventana?-
me aproximo a mujeres amapola
-¿por qué, por qué amapola?-
entre zaguanes
de aliento canallesco y voz gastada,
tan cerca, en este instante,
entre la borra
nocturna, aquí también,
¡y tan amarga!...
-allá lejos, ¿por qué
siempre amapola?-
ya casi colindando con la aurora.




Oliverio Girondo "Nocturno" 1921
Fotografía por Roxana, "Luna", 2015