miércoles, 21 de mayo de 2014

Cuatro sueños...





















uno. Atravesamos la calle y pasamos por delante de la estación marítima. Yo voy hasta el final del muelle, dijo mi Invitado, ¿quiere usted acompañarme? Claro, le dije, voy con usted. Al lado de las puertas de la estación había un mendigo, un viejecillo con un acordeón en bandolera. Cuando nos vio, extendió la mano y recitó una letanía incomprensible. Una limosna, por el amor de Dios, murmuró al final . Mi invitado se detuvo y se metió una mano en el bolsillo, cogió la cartera y sacó un billete antiguo. No tengo más dinero que el de mi época, dijo con aspecto afligido, tal vez pueda usted ayudarme. Busqué en mis bolsillos y saqué un billete de cien escudos. Es lo último que tengo, dije, me he quedado sin blanca, pero es un billete bonito, ¿no cree?
Contempló el billete y sonrió. Con el billete en la mano se dirigió al Tocador de Acordeón y le preguntó: ¿Sabe usted tocar canciones antiguas? Me sé Lisboa antiga, dijo el Tocador de Acordeón con mirada codiciosa, me sé casi todos los fados. Más antiguas aún, dijo mi Invitado, de los años treinta, tendría que recordarlas, el señor ya no es tan jovencito. Puede que las conozca, respondió el Tocador de Acordeón, si el señor me dice lo que le gustaría oír. Por ejemplo Sâo tâo lindos teus olhos, dijo mi Invitado. Claro que me la sé, dijo el Tocador de Acordeón radiante, la conozco perfectamente. Mi Invitado le dió los cien escudos y dijo: Entonces véngase detrás de nosotros, a unos metros de distancia, y tóquela pero bajito, que tenemos que conversar, Adoptó un aire confidencial y me dijo al oído: Una vez bailé esta melodía con mi enamorada, pero nadie lo sabe.¿Sabía usted bailar?, exclamé, nunca me lo hubiera imaginado. Era un bailarín excepcional, dijo, había aprendido por mi cuenta con un librito que se llamaba El Bailarín Moderno, siempre me gustaron los libritos como ése, que enseñaban a hacer cosas, me entrenaba por la noche, cuando volvía a la oficina, bailaba solo y escribía poemas y cartas a mi enamorada. La amaba usted mucho, observé. Era el tren de cuerda de mi corazón, respondió él. Se detuvo y me obligó a parar a mi también. También se detuvo el Tocador de Acordeón, pero siguió tocando. Mire la luna, dijo mi Invitado, es la misma que yo observaba con mi enamorada cuando íbamos a pasear por el Poço do Bispo, ¿no es extraño?
        
Habíamos llegado al final de muelle. Bueno, me dijo, en este banco nos hemos encontrado y en este banco nos vamos a despedir, debe de estar usted cansado, puede decirle al hombrecillo que se vaya. Se sentó y yo fui a decirle al Tocador de Acordeón que ya no nos hacía falta su música. El viejecillo me dio las buenas noches y yo me di la vuelta y sólo entonces me di cuenta de que mi Invitado había desaparecido.



dos. Entro en una sala de proyecciones, ya sin luz. Abajo, en la platea, entreveo unas esferas grandes, arrimadas las unas a las otras. Después de un rato, cuando la vista se acostumbra a la oscuridad, comprendo: son las cabezas de los espectadores. Una media docena, que llena la salita. En la pantalla mientras tanto se desarrollan dramas dolorosos: despedidas de condenados que suben al cadalso, etcétera. Los espectadores ríen admirativamente, prorrumpen en felicitaciones y en elogios.

Me digo "Son los dioses" y compruebo que la mente de uno de ellos, a quien los demás felicitan, proyecta la película. Intuyo que esa proyección es nuestra vida, la vida humana. La intuición se confirma cuando veo en la pantalla mi reciente y cautelosa irrupción en la sala de proyecciones. Creo entender entonces por qué era tonta la perplejidad ante el hecho de que un Dios omnipotente consienta el dolor. No somos reales. Somos el entretenimiento de un dios.



tres. Un anciano ve un muerto sobre el que cae la claridad de la luna. Reúne gran número de animales y les dice:
¿Cuál de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar el muerto o la luna a la otra orilla del río?
Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con el muerto y se ahoga.

Por eso la luna muerta reaparece todos los días, y el hombre que muere no vuelve nunca.



cuatro. Cogí el taxi. Lo conducía una mezcla de Robert Mitchum y Sean Connery. Un duro, en definitiva. A la mente me vino una frase que había leído en algún sitio, porque YO LEO mucho. No hay nada que me incite más a la lectura que ver a alguien leyendo en autobuses, salas de espera o en la BARRA de alguna cafetería. Esta frase la leí a espaldas de alguien en una barra: "La fortuna acompaña a los audaces". YO estaba sola, soy AUDAZ y un poco de fortuna no me vendría mal. Además la extraña escena conyugal a la que acababa de asistir me había excitado. Todo lo que me desconcierta me estimula. En aquel momento podía hacer cualquier cosa MENOS irme a casa; la casa sólo sirve para DORMIR, REFLEXIONAR O DUCHARSE, y YO ya me había duchado y reflexionado bastante aquélla noche.

-¿Adónde vamos? - me preguntó el taxista con la seguridad que da a ciertas personas estar ejerciendo una profesión durante varios días.
-No lo sé.
Llevaba puesta la radio. Empezó a llover de nuevo.
-Vaya, otra vez esta maldita lluvia -se quejó con indiferencia.
En la radio las WEATHER GIRLS cantaban "It's raining men, Aleluya!"
-Si -asentí YO- "están lloviendo hombres.
-¿Qué dice? -(este hombre me habla como si fuera una chica a la que acaban de hacerle una lobotomía).
-La canción de la radio. Se llama "Están lloviendo hombres". ¿No sabe inglés? - le dije
-Esta noche todavía no.
Era un duro, ya lo he dicho.
-¿Quiere ir a algún sitio o simplemente necesita comprobar que no es muda?
No sé que hacía este MUCHACHO conduciendo un taxi, debería llamarse por lo menos Dashiell Hammett. ¡Qué modo de dialogar! Estaba encantada, pero no quería demostrarlo.
-Lléveme a cualquier sitio por el camino más largo.
-¿Por dónde cae eso?
-Usted debería saberlo. Es un profesional, ¿no?
-Se equivoca. Esto del taxi lo hago por puro esnobismo.
-Tengo dinero
-¿Cuánto?
-Cinco mil pesetas
Se las mostré
-Con esa pasta puede ir a varios sitios.
-Pues lléveme a todos.

Odio que me sorprendan pero a veces lo imprevisto le ayuda a una a ENCONTRARSE A SI MISMA. Dentro de cuatro horas tengo que trabajar. Mi próxima fotonovela se llama "Muslos de fuego". Es la historia de una bruja que hace muchos siglos castigaba a los hombres que no querían acostarse con ella con maldiciones tremendas. Acabó en la hoguera, naturalmente. Pero eso son cosas que hoy día no ocurren, cuando una MUJER sabe lo que quiere sólo necesita  tener la HABILIDAD de conseguirlo. No hay nada como una mujer VIBRANDO por todos sus POROS de deseo. No hay fuerza humana que se le resista, porque el HOMBRE necesita estar seguro de que provoca en la mujer algo más que BOSTEZOS. Ciertos hombres se fingen maleducados pero en realidad esconden un CORAZON de oro.
YO podría haber continuado hablando INTELIGENTEMENTE durante horas, pero él me cortó con tres escuetas palabras:

-Ya hemos llegado.







1. Antonio Tabucchi "Réquiem".
2. Adolfo Bioy Casares "Descanso de caminantes - Diarios íntimos".
3. Enrique Vila-Matas "Historia abreviada de la literatura portátil".
4. Pedro Almodóvar "Patty Diphusa"
    
Fotografía "ellos" de limbos y gormullos