lunes, 7 de mayo de 2012

Bares






Me crié en bares. Los pantalones impecables de mi padre eran mi referencia y el mostrador la gran muralla china de mi infancia kitscheana.

Ahora que ya no existen, debo admitir que tuvieron en este mundo sus 15 largos minutos de fama. En ellos encontré a Klimt y Warhol  tomando cerveza alrededor de la medianoche. También al resto de la historia del mundo que transcurrió desde aquélla primavera hacia el invierno violeta con las manos entumecidas y todos los sueños.

Eran los bares una kermés de ilusiones, una mise en abyme; la copia interior de un estilo existente, una cirugía estética.

Todo ya había sido creado. Giuseppe Arcimboldo, Hitchcock y Chandler a menudo aparecían por el bar de la esquina a explicarse con mi viejo, de qué manera se perdían los bueyes, y me iniciaban en el estudio de los mecanismos del universo.

Otros tópicos usuales eran “Los cien pájaros volando” o el “Rey tuerto”.

Pero las cosas verdaderamente idas dejan lugar o un agujero negro que todo lo traga.
Una zigzagueante luminosidad idiota y violenta a la vez.
Temida como el infierno que ya tampoco existe.

Dejo para los amigos este tornasolado poema de Tristán.



BARBITURICO


TU RICO BAR BI
TU BAR BI RICO
RICO BI TU BAR
TU BI RI BARCO
LO BI BAR TURI
TU CORI BIBAR
COTUR IBAR BI
TU BAR BICO TU
TU BAR BICO YO
BI TU RICO BAR


Andy Warhol. Gold Marilyn Monroe. 1962. Synthetic polymer paint, silk-screened, and oil on canvas.  The Museum of Modern Art, New York.