miércoles, 25 de febrero de 2009

Hijo de las llamas sin humo


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Dibujaba sobre manteles de papel en bares y bodegones. Pintaba a las hermanas de sus amigos y amenazaba al cielo con sombríos nubarrones andaluces. Aseguraba que tarde o temprano ellas terminarían pareciéndose al cuadro. Comparaba al arte con el chocolate; al niño con el genio que jamás envejece. Creador de paisajes mentales que nunca necesitaron existir y sin embargo crecieron lúcidos, poblados con vívidas naturalezas fieles a su alma.

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