lunes, 13 de octubre de 2008

Rey Moma


El sol acaba de irse de la ciudad. Ni siquiera las piedras resisten mucho. Nada mas se ve. Nada se parece a nada. Acabo de desenterrar mi infancia para llevarla hasta el fondo de la noche. Atrincherada en mi garganta la noche se parece al idiota que soy. Porque la noche es una roca de gritos.



Otra mañana. Vuelvo a iluminarme midiendo el futuro y pierdo el sentido de la gente que raramente pasa. Alguno que otro se detiene para mirarme. Recuerdo haber visto pasar filósofos y carniceros.


Cabezas con forma de pájaros oxidados. Bocas selladas.


Amor y muerte noches largas y lunas rojas. Ojos como profundas grutas llenas de niebla y miradas de animales celestiales.


La vida no escapó de mi por una extraña cábala o astros encadenados geometricamente.


No siguiendo el curso habitual de las cosas o como por arte de magia.


Debería estar mudo de asombro, pero no.


Cenicienta no se maravilla.


Silencio salvaje. Otra mañana. Por las rendijas breves y secretas se entrevé mi cara.